10/12/15

Justicia Auxiliar de Ann Leckie

Me han dicho que un blog personal no puede alimentarse solo con relatos. Lo primero porque uno no escribe tantos relatos publicables como debería y segundo porque nadie está interesado en tus relatos. Las palabras exactas fueron «...interesado solo en tus relatos». Es por ello que he pensado añadir incluir aquí comentarios sobre los libros que voy leyendo. Intento mantener un buen ritmo de lectura, creo que es importante para escribir, pero reconozco que, en ocasiones, leo cosas raras. Avisados quedáis.

Acabo de terminar Justicia Auxiliar una novela de Ann Leckie que venía precedida de buenas críticas (y buenos premios) y que fue la razón por la que decidí incluirla en mi pila de libros pendientes de leer. La novela me ha gustado bastante. Está escrita en primera persona que es una voz que me gusta mucho y a la que reconozco sus dificultades. Sin embargo, la autora hace que la protagonista sea una nave de combate con decenas de «cuerpos» auxiliares que puede estar en varios sitios a la vez y que, de hecho, está en varios sitios a la vez. De esta forma, su narración en primera persona parece un narrador en tercera persona omnisciente que se entera de todo y te lo puede contar. De hecho, como tiene sensores biomédicos puede saber si alguien miente, se ruboriza, se asusta y te lo cuenta. Desde un punto de vista literario me gustó mucho este recurso y creo que Ann Leckie acertó de pleno con la elección del narrador en primera persona para la novela.

También me gustó el personaje principal que, como ya he contado, es una nave espacial. Ann Leckie nos propone una especie de IA que se relaciona con otras personas a base de auxiliares (que no dejan de ser cuerpos autónomos). Ahora se habla mucho de la singularidad tecnológica y creo que la novela presenta una solución viable y no destructiva (para los humanos), muy alejada de esa visión de Terminator. Como digo, esto me gustó y me pareció muy interesante.

3/10/15

Maestros

Yo aprendí a amar la literatura en el colegio; allí descubrí de la mano de un profesor al que con maldad llamábamos 4M (medio metro mal medido) y que se llamaba Don José (sí, todos mis profesores tenían un don delante, era otra época), que los libros iban más allá del Quijote, lectura, a mi entender, poco recomendable a esa edad. En mi casa teníamos muchas obras de teatro, cosa de familia, y leía a Poncela o a Paso como si fueran tebeos, sin comprender que aquello era igual de literario que el Mío Cid. Este hombre nos mandó leer la novela «Sexta Galería» de Martín Vigil y recuerdo que empecé a leerla sin ninguna esperanza o, más bien, esperando una nueva Celestina. Para mi sorpresa, las historias de aquellos mineros me atraparon y la angustia de su encierro me hizo devorar aquellas páginas. Aquel fue el libro que me convirtió en lector de novelas.

21/7/15

Tanaka 2.B

Déjeme que le explique y le aclare que son esos cables que salen de su cabeza. Debería seguir durmiendo, pero parece que la anestesia tiene menos efecto en su organismo del esperado. Merece una respuesta a su silenciosa pregunta. Y no, perdone, me temo que aún no puedo quitarle el laringoscopio. No tardaremos ya mucho.

Siempre nos maravillamos de la capacidad del cerebro para recordar cosas y, en nuestro desconocimiento, creímos que era muy grande; incalculable llegamos a decir. Nos equivocamos, claro. Las señales estaban ahí, pero no quisimos verlas. Cuanto más alargábamos la vida de las personas más enfermedades relacionadas con la memoria se descubrían y cuando la ciencia médica consiguió mantener nuestros cuerpos jóvenes cientos de años, comprendimos que nuestra mente tenía un límite. Había que perder recuerdos para hacer sitio a las experiencias de una vida alargada artificialmente.

7/7/15

El silencio de los soldados

Silencio. Ese es el sonido que una nunca espera oír en el campo de batalla. No es una quietud total porque el crepitar de las llamas acabando con los rescoldos húmedos de la noche llega acompañado del lamento de los moribundos, pero comparado con el retumbar de las armas de disparo rápido, el zumbido de los pesados levitadores militares o las explosiones cercanas de las granadas, aquello era lo más parecido a la tranquilidad, el silencio de los soldados.

Una pila de cadáveres forma una grotesca montaña en el centro de lo que hace unas horas fue un campo de batalla, y el día anterior una tranquila plaza con un diseño ecológico y sostenible. Nada queda de ello y nunca volverá. Nadie podrá borrar el horror de los cuerpos retorcidos, mutilados y desnudos, compartiendo su palidez; los tentáculos de los mibu colgando sobre las espaldas de los humanos y la sangre roja y transparente apelmazando el vello de los úkaros. No hay segregación en la muerte.

Todos ellos compartían el pecado de ser libertarios y de haberse opuesto a la misión humanitaria de los inmos. ¿Era justo el precio? ¿Los miles de niños y familias que mañana comerían justificaban lo pagado? Alguien en Vettera pensaba que sí, pero allí, junto a la pila de los derrotados, era fácil pensar otra respuesta.

19/6/15

Mi trabajo

Mi nombre es Juan Olezero, pero eso no les ayudará mucho. Soy un indagador, un esquiriente, alguien que busca la solución y aunque pueda parecer apasionante, mi trabajo se reduce a divorcios, fraudes a seguros, impagos, excepto en el caso Martín que seguro recordarán. Aquella muchacha semidesnuda que corría por ese barrio donde las viviendas se ocultan tras muros y enormes jardines arbolados y donde las calles nunca son rectas por simple capricho constructivo. Allí la interceptaron dos muchachos de la seguridad privada, por casualidad, y después de tranquilizarla, descubrieron de dónde venía: la mansión de los Martín, un enorme chalet de dos alas, una entrada bajo palio, dos alturas y un cadáver en el dormitorio principal, golpeado con saña, con método, sin piedad.

El asesino fue un antiguo novio de la chica desnuda. El pobre muchacho, enajenado por los celos y tras descubrir que su antigua compañera alternaba con ancianos, se dejó llevar por su rabia. Es posible que ahora me odien por haberles desvelado el misterio, como si hubiéramos ido a leer la última página del libro. Las historias de investigaciones deben ocultar estos datos hasta el final, para mantener la incertidumbre, el suspense y, en definitiva al lector, pero si siguen leyendo mis palabras les contaré cómo consiguió la policía encontrar al culpable.

26/5/15

Histrina 01

El albatros flotaba en el aire mientras esperaba que ella le diera la señal de acceso. Se balanceaba de un lado a otro intentando ponérselo difícil a cualquier libertario con malas ideas y un misil antiaéreo. No parecía probable pues aquella ya era la tercera entrega, la cuarta si contaba la suya, sin incidentes y, por otro lado, las hélices carenadas del fuselaje levantaban tal cantidad de polvo que cubrían toda la plaza.

La sargento Histrina dio la señal y el enorme pájaro se posó con una delicadeza que le era impropia. Segundos después, las partículas en suspensión se dieron por aludidas y la gravedad hizo el resto. No había detenido los rotores, pero gracias a sus mecanismos ya no empujaba el aire hacia abajo. Si el piloto lo necesitaba, podría despegar de nuevo en un instante. La rampa posterior cayó sin precauciones y dos de sus hombres se apresuraron a sacar el contenedor con suministros. Los otros tres, cuatro con ella, seguían vigilando el perímetro.

Sacaron el segundo paquete, que hacía el octavo con los anteriores en el punto Alfa Uno y que completaba la cuenta para el final de la misión; el momento más delicado según las charlas preparatorias. Ella nunca lo había vivido, pero sí se lo había oído a otros veteranos cómo los ciudadanos hambrientos asaltaban los contenedores cuando se descargaba el último. Temían que les robaran la comida o, peor aún, que los vocistas más radicales la volaran por los aires. Despegar con gente asaltando la carga podía volverse una operación delicada; justo la clase de cosas que aparecen en los noticiarios libertarios para vilipendiar a la RFP.

6/5/15

Uno de mis ocho bisabuelos...

Uno de mis ochos bisabuelos, en concreto el que no nació en Madrid, tenía un apellido que, en su lengua original, significaba demonio. Es algo que siempre hemos sabido en la familia, pero a lo que nunca le hemos dedicado tiempo ni esfuerzos. Mi bisabuelo procede de un pequeño pueblo de Italia y como todos esos pueblos, y más de aquellas épocas, todo está oculto entre cuentos de la lumbre, recuerdos olvidados y palabras susurradas cuando nadie puede oírlas.

No había muchas vocaciones en aquella época, quizás por un exceso de trabajo en las tareas del campo o por la posibilidad de marcharse a trabajar en la incipiente industria que empezaba a crearse en Milán; todas las familias del pueblo iban turnándose cada año para prestar a uno de sus miembros para las tareas eclesiásticas. Esta tarea recaía, casi siempre, en el varón menor de cada casa, siempre que ya hubiera cumplido los diez inviernos. Eran los monaguillos temporeros y su trabajo consistía en adecentar la iglesia antes de la misa del domingo (la única que se celebraba porque el párroco era itinerante), tocar la campana y asistir al cura durante la ceremonia. Haciendo ese servicio comunitario fue donde le detectaron a mi antecesor su malatía. Cada vez que le tocaba asistir al cura, las manos se le enrojecían y si era especialmente larga, un bautizo o un funeral, le llegaban a aparecer ampollas en las manos.

30/4/15

El Habitante de la Rotonda

Hoy soñé con el título de una novela. No es algo infrecuente y empiezo a acostumbrarme. Imagino la historia que hay detrás de ese título, la vivo en primera persona como si fuera yo el protagonista que la padece o el autor que la sufre. En «El Habitante de la Rotonda» un hombre cruzaba una avenida, sin prisa, algo raro en los que le rodeaban. Al llegar a una isleta, una forma de hormigón con el increíble poder de ahuyentar al trafico rodado, el semáforo cambió al enigmático rojo. No le importó, ya volvería el alegre verde. No era el único atrapado, pero lo que le sorprendió es que sus compañeros de encierro se sentaron en el suelo y empezaron a extraer de sus zamarras y sobretodos pequeños paquetes de comida y botellas de agua. Y los compartieron con él y le contaron sus historias personales, una especie de ritual para aquellos que se veían obligados a atravesar aquel bulevar. La escena se repetía en otras protecciones peatonales o en la rotonda central donde destacaba aquella horrible escultura azul con forma de mantis religiosa tras una fallida operación de estética. Aceptó las narraciones, los saludos, las vituallas e, incluso, compartió parte de su propia experiencia mientras el hombrecillo ruborizado los vigilaba inaccesible.

Siete días tardó en cruzar aquella avenida...

15/4/15

Ya en mis manos

Estoy contento... 

Sí, muy contento. Lo que sostengo en las manos en la foto es un ejemplar de la novela "El Destructor de Mundos", escrita por este juntaletras, ambientada en el universo Exo (¿Exoverso?) y bien editada por la gente de Ediciones Epicismo​. Parecen que han pasado siglos desde que mi pluma garabateó las primeras palabras del libro en un cuaderno de hojas cuadriculadas, pero no, en realidad ha sido un proceso bastante rápido. De hecho, los sin sabores, si los hubo, ya no los recuerdo. Estoy muy contento.

Que yo tenga el libro en las manos significa que ya está camino de las distribuidoras si no ha llegado ya y que estará camino de las tiendas. Si lo ves allí, podrás ver estas palabras del editor en la contraportada:

«[...]consigue en el "Destructor de Mundos" hallar esa fórmula secreta de alquimista, que permite mezclar distintos géneros y tramas en su justa medida. Esto da como resultado una pócima magistral, un elixir cuya lectura es amena, emocionante e intrigante a partes iguales.»

¿He dicho ya que estoy muy contento?

Una de las consecuencias de haber recibido el libro es que, creo, ha llegado el momento de hacer público este blog. En él he añadido ya algunos relatos, pero espero poder seguir haciéndolo con más regularidad a partir de ahora. Mi intención es que todas las historias sean de Exo e ir enriqueciendo un poco más cada día este universo, pero no siempre la pluma escribe las cosas que debe.

«¿Y de qué va el Destructor de Mundos?» os preguntaréis. Acudiremos de nuevo a la contraportada:

«El recóndito y tranquilo planeta anarquista de Orien está situado al final de las rutas comerciales, alejado de la guerra y fuera del punto de mira de la RFP. Su tranquilidad está a punto de ser trastocada por la presencia de un visitante inesperado. Marlo, más conocido como "Destructor de Mundos", ha aterrizado en Eshon Velez, capital de Orien. Los motivos de su presencia en el planeta son una incógnita, pero que uno de los terroristas más buscados de la galaxia aparezca 15 años después tendrá sin duda algunas consecuencias catastróficas. Muchos serán los que pretendan darle caza, mientras oscuros secretos del pasado son revelados.»

No creo que yo lo hubiera podido explicar, sin revelar nada, mejor. Estoy contento.

5/1/15

El soldado 2

No era la primera vez que un soldado quería hablar de lo que había visto, pero guardaba silencio ante ella. Llevaba ya varias semanas en el Sector Libertad y esa actitud se repetía una u otra vez. Guió la unidad de grabación con su dataóptico y la hizo descender delante de sus pies y con la mano, para que fuera evidente y no casual, apagó la luz de grabación. Entonces le miró a los ojos y le invitó a hablar.

El soldado Bian, otro falso soldado Bian, miró ausente, ni siquiera un bombardeo orbital de saturación podría borrar esos ojos perdidos de su rostro, pero habló, sin mirar, como si ella, la joven periodista de campaña, no estuviera allí.

– Me preguntas por qué lo hacemos. Dudo que realmente quieras saberlo, pero lo hacemos porque es nuestro deber, juramos hacerlo y estamos comprometidos con la tarea que nos encomiendan. No tenemos dudas, así es la Infantería Móvil. No te preguntas, como los civiles, si lo que haces es correcto, sabes que lo es. Esa es una clase de confianza que no puedes comprender. No te enfrentarías a la muerte si tuvieras dudas; sabes que está bien y sabes que si una bala enemiga atraviesa tu armadura y acaba contigo, estabas haciendo lo correcto.


«Mañana, cuando escribas la crónica desde la retaguardia, en tu cómodo barracón de periodista que nosotros defendemos, no te preguntes por qué lo hacemos, la verdadera pregunta es cómo podríamos no hacerlo. ¡Somos inmos, somos la RFP!»