Sigo corrigiendo la novela «El Destructor de Estrellas» y, a
diferencia de otros escritores a los que les he leído que corregir es una tortura,
está siendo una experiencia bastante interesante, con mucha reflexión y reconocimiento. Como he comentado en alguna
ocasión, primero escribo a mano y la primera corrección la hago mientras
mecanografío el manuscrito. Ahora ya tengo claro por donde transita la novela y
puedo fijarme e introducir todos esos detalles que hacen que la historia sea
más redonda y que el final esté siempre a la vista, pero oculto entre todas las
palabras.
Una de las cosas en las que estoy poniendo cuidado es en el
narrador (en realidad, narradores) de la historia. Mientras escribí el primer
manuscrito, aunque tenía claro que no quería un narrador con la capacidad de
leer en el interior de todos los personajes, no fui disciplinado y, en
ocasiones, se me escapaba alguna reflexión de un personaje del que, en
realidad, no podíamos saber qué estaba pensando al no estar el narrador junto a
él. Esto me ha llevado a reescribir algunas escenas o añadirlas para que la
información, si era importante, llegara al lector. En ocasiones, la escena ha
desaparecido por completo.
En el capítulo 22, motivo de esta reflexión en mi abandonado
blog de escritor, ha sido difícil e interesante de forma especial. En ese punto
de la trama un grupo de personajes (que procede de la unión de otros dos) se
encontraba con otro grupo de personajes y tenía que narrar el encuentro con
tres narradores diferentes en el mismo capítulo. No había sido nada disciplinado
y en el capítulo original manuscrito, un narrador omnisciente se había hecho
cargo de todo, hablaba por todos los personajes y conocía el nombre y las
inquietudes de todos. Era una solución sencilla, pero chirriaba con los
capítulos precedentes y o bien cambiaba toda la novela o bien me arremangaba y
volvía a escribir ese capítulo. Esto último hice.
Al final, aparecen los tres narradores en el capítulo.
Pensaba que se iba a quedar en dos, pero en la escena final he necesitado al
tercero. Una consecuencia del cambio de narrador es que cuando el de un grupo
habla del otro grupo, no los menciona con su nombre sino por su apariencia o
por sus gestos y viceversa cuando ocurre al contrario. Por ejemplo, quién para un narrador
es Diana para el otro es la militar. Creo que estas son esas cosas en las que
luego el lector no se fija, pero que harán de este capítulo uno de los mejores
de la novela.
Me quedan muy pocos ya para el final y así tener un borrador
que pasar a mis lectores cero.
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