Déjeme que le explique y le aclare que son esos cables que salen de su cabeza. Debería seguir durmiendo, pero parece que la anestesia tiene menos efecto en su organismo del esperado. Merece una respuesta a su silenciosa pregunta. Y no, perdone, me temo que aún no puedo quitarle el laringoscopio. No tardaremos ya mucho.
Siempre nos maravillamos de la capacidad del cerebro para recordar cosas y, en nuestro desconocimiento, creímos que era muy grande; incalculable llegamos a decir. Nos equivocamos, claro. Las señales estaban ahí, pero no quisimos verlas. Cuanto más alargábamos la vida de las personas más enfermedades relacionadas con la memoria se descubrían y cuando la ciencia médica consiguió mantener nuestros cuerpos jóvenes cientos de años, comprendimos que nuestra mente tenía un límite. Había que perder recuerdos para hacer sitio a las experiencias de una vida alargada artificialmente.